Los conflictos armados tienden a poner en evidencia las debilidades económicas, políticas y sociales de los países. En lo social, se ha constatado que las desigualdades entre colectivos se agudizan y que las personas especialmente vulnerables son las primeras perjudicadas y las que mayor riesgo corren. Tal es el caso de las mujeres. Histórica y mundialmente invisibilizadas y relegadas a una posición de inferioridad respecto del hombre suelen ser perjudicadas por partida doble en los contextos bélicos, por las consecuencias propias del conflicto (migraciones, crímenes de guerra o vulneraciones de derechos fundamentales) y por la discriminación y desigualdad, que se agrava en situación de guerra.
La esclavitud sexual, las violaciones sistemáticas, las esterilizaciones, matrimonios y embarazos forzosos, los abusos sexuales, el tráfico y trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, las mutilaciones genitales femeninas y todas las demás formas de violencia sexual y reproductiva se han constituido como un método eficiente en las guerras modernas. Se configuran como elementos de una campaña de terror articulada por militares, policías y civiles con el objetivo de implantar el miedo, destruir generaciones y destruir el tejido de la sociedad, siendo las mujeres y las niñas las principales víctimas. En los conflictos, el cuerpo de la mujer es considerado como territorio de conquista y el agresor ostenta el poder de dominar y ejercer violencia en su propio beneficio.
La guerra de niñas y mujeres en Ucrania
Agencias de Naciones Unidas también han denunciado estos hechos y ya hablan de un «creciente número de informes de violencia sexual» en Ucrania.
El director de Programas de Emergencia de Unicef, Manuel Fontaine, ha expresado especial preocupación por los menores que han tenido que salir de zonas de combates sin sus familias y que se enfrentan a un alto riesgo de «violencia, abuso, explotación o a ser víctima de tráfico».
Mujeres y paz
En definitiva, sabemos que las mujeres son esenciales para la paz, y que ningún tipo de paz puede existir de manera significativa sin ellas. La participación de las mujeres en la resolución de conflictos, como negociadoras o mediadoras, hace que los acuerdos de paz sean más duraderos. De hecho, cuando las mujeres participan plenamente en procesos de paz, es un 20% más probable que los acuerdos duren al menos dos años y un 35% más probable que duren 15 años. Distintas investigaciones también muestran que las mujeres, más que cualquier otro grupo, han organizado y realizado campañas de acción masiva a favor de acuerdos de paz, presionando a las partes involucradas para que inicien negociaciones y firmen acuerdos. Como dijo la embajadora de Canadá para la Paz y la Seguridad de las Mujeres, Jacqueline O’Neill, durante su visita a Kiev en diciembre de 2021, «una paz y una seguridad fuertes y duraderas dependen del liderazgo y la plena participación de las mujeres en todos los sectores de la sociedad».
Es por eso que Canadá y otros países, incluida España, ha comenzado a desarrollar y abogar con fuerza por una «política exterior feminista». Canadá reconoce que fomentar sociedades abiertas e inclusivas basadas en derechos, donde todas las personas, independientemente de su género, puedan beneficiarse plenamente de una participación equitativa en la vida económica, política, social y cultural, es la manera más eficaz de construir un mundo más seguro y próspero.